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lunes, 6 de septiembre de 2010

La Samaritana.

Llegó a una ciudad de Samaría llamada Sicar, cerca de las tierras que Jacob había dado a su hijo José.

 Allí se encuentra el pozo de Jacob. Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía.
 Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: "Dame de beber".
 Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos.
 La samaritana le respondió: "¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?". Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos.
 Jesús le respondió:
"Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice:
"Dame de beber",
tú misma se lo hubieras pedido, y él te habría dado agua viva".
 "Señor, le dijo ella, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva?
 ¿Eres acaso más grande que nuestro padre Jacob, que nos ha dado este pozo, donde él bebió, lo mismo que sus hijos y sus animales?"
Jesús le respondió:
"El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed,pero el que beba del agua que yo le daré,
nunca más volverá a tener sed.
El agua que yo le daré
se convertirá en él en manantial
que brotará hasta la Vida eterna".